España necesita un suministro de energía seguro, continuado, asequible y de bajo impacto ambiental para sostener su desarrollo económico.
El gas natural no solo es el combustible fósil más limpio disponible en la actualidad sino que, a diferencia de otros combustibles fósiles en declive, sigue siendo abundante tanto en Europa como en otros continentes. Como consecuencia, constituye un componente vital del mix energético de España.
La demanda de energía sigue aumentando, y según todas las proyecciones, los combustibles fósiles seguirán utilizándose en las próximas décadas. Por ello la Comisión Europea entiende que el gas natural está llamado a jugar un papel crucial en la política energética de la Unión Europea (UE).
Esto es especialmente relevante en el caso de España, donde el modelo energético se caracteriza por una alta demanda energética, pero sobre todo por una dependencia exterior superior al 80%, muy por encima de la media europea. Como consecuencia, el potencial de obtener una fuente de energía técnica y económicamente viable a través de la exploración y producción del shale gas es enorme.
Reducción de las emisiones
La sustitución progresiva de las centrales de carbón por centrales eléctricas de gas de ciclo combinado puede llegar a reducir en más del 50% las emisiones de CO2 (en comparación con los niveles de 1990) y hasta en tres veces los niveles de otros gases nocivos de efecto invernadero (como el NOx y el SO2). Un buen ejemplo es Estados Unidos, país que consiguió cumplir con el Protocolo de Kioto sobre cambio climático gracias a la producción masiva de gas natural extraído de la roca madre (shale gas). La Escuela de Negocios de la Universidad de Harvard asegura en un informe publicado en julio de 2015 que “el gas natural es el único combustible que puede generar de manera económicamente viable la reducción de las emisiones de carbono a gran escala en los próximos 20 años”. También la Comisión Europea en su “Hoja de Ruta de la Energía para 2050″, pilar sobre el que se edifica la estrategia energética de la UE, considera que el gas es un actor clave en la transición hacia una economía baja en carbono y un sistema energético más sostenible.
En este contexto, la sustitución del carbón y del petróleo por el gas es necesaria si se quiere cumplir con objetivo de la Cumbre del Clima de París de mantener la temperatura media mundial muy por debajo de 2 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales.
Además, el desarrollo paralelo de técnicas como la captura y almacenamiento de carbono (CCS), harán posible que el gas se convierta en una tecnología con una emisión de carbono todavía más baja en un futuro próximo.
El correcto uso de la tecnología y la aplicación de los estándares de la industria son fundamentales también impedir o reducir al mínimo las emisiones fugitivas durante la producción, como lo demuestran los estudios publicados por instituciones como la Universidad de Texas (2013), el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) (2012), la Universidad de Cornell (2012) o la Universidad Carnegie Mellon (2011). De acuerdo con las estimaciones más recientes de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA en sus siglas en inglés), la tasa de estas fugas es de alrededor 1,5% o menor. Esta tasa se encuentra cómodamente por debajo del umbral de 3,2% que según los científicos se requiere para que el gas natural de esquisto mantenga sus más que significativos beneficios para el clima. Las continuas mejoras en I+D están permitiendo reducir aún más si cabe estas emisiones. En Estados Unidos, la EPA ha confirmado que las emisiones de metano procedentes de pozos de gas no convencional han disminuido un 73% desde 2011.
Complemento ideal de las renovables
La abundancia del gas juega a su favor como complemento de las energías renovables, cubriendo las intermitencias que se producen en fuentes como la eólica o la solar. Así lo ha reconocido Admin Adan, director general de la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA en sus siglas en inglés): “Una de las cuestiones clave de energías renovables como la eólica y la solar es su intermitencia. A diferencia de las centrales nucleares y de carbón, las centrales de gas tienen la capacidad de adaptarse rápidamente a los picos de demanda. Pensamos, por tanto, que la combinación del gas natural de esquisto y las energías renovables tiene un gran potencial para una transición energética limpia.”