El secretario general de la OPEP, Abdalla Salem El-Badri reconocía esta semana que tendrá que entenderse con los productores de shale oil de Estados Unidos para controlar el exceso de oferta que ha llevado a una caída en el precio del petróleo de más de un 70% en los últimos dos años. “No sé cómo vamos a convivir” decía El- Badri, “…si los precios suben Estados Unidos estará ahí esperando cubrir su hueco”.
Estas declaraciones se producían el mismo día que la Agencia Internacional de la Energía anunciaba que a partir de 2017 la industria del fracking en Estados Unidos experimentará un histórico repunte hasta alcanzar una producción récord 14,2 millones de barriles al día en 2021.
“Cualquiera que crea que la revolución del shale en Estados Unidos se ha estacando, debería repensarlo. Estamos sorprendidos por su capacidad para resistir. Para 2021, el total de la producción habrá aumentado 1,3 millones de barriles por día netos en comparación con 2015″”, asegura la AIE en su informe sobre las perspectivas de crecimiento para los próximos cinco años.
Según el Outlook de la AIE, debido al desplome de los precios actuales la producción de crudo no convencional en Estados Unidos caerá en 600.000 barriles/día este año y en otros 200.000 barriles/día en el 2017, antes de iniciar una rápida recuperación, mucho más rápida que la de los mega-proyectos convencionales.
Y todo gracias a la eficiencia y las mejoras tecnológicas de la industria del fracking estadounidense.
Los datos de la Agencia Internacional de la Energía cuestionan la estrategia de la OPEP de inundar el mercado de crudo forzando la bajada del barril hasta mínimos históricos. El pasado 11 de febrero llegó a los 26 dólares.
La OPEP reconoce que su objetivo era dejar fuera del mercado al oro negro estadounidense.
El Badri ha afirmado que con los precios actuales esperan dejar fuera al 50% del shale producido en Estados Unidos. Según sus previsiones para que el fracking sea rentable el barril debe estar en torno a los 90 o 100 dólares.
Pero la industria del fracking resiste y los productores estadounidenses aseguran pueden mantenerse incluso con el barril a precios más bajos, ya que entre otras cosas han conseguido reducir los costes de producción entre un 25% y un 30%. Parece que ambas partes están condenadas a entenderse.